El final del verano lo marcó, una vez más, un escándalo. Pero en esta oportunidad no se trató de una pelea de vedettes o de una guerra de taquillas. Curiosamente, y siguiendo un patrón que se viene marcando cada vez con más fuerza, la noticia la protagonizaron… aquellos encargados de dar la noticia.
Viviana Canosa, la figura femenina más importante a nivel de periodismo de espectáculos, está en el centro de una polémica que se originó luego de la abrupta salida de sus tres panelistas: Adrián Pallares, Camilo García y Luis Bremer.
Ellos hicieron público su desconcierto por quedarse sin la fuente de trabajo. Ella, tras una semana de permanecer en silencio, hizo su descargo:
El motivo del cambio -supuestamente- respondía a un viraje en el rumbo de Más Viviana. La idea era mutar a un ciclo de interés general y dirigido más al público femenino. Por eso, Viviana dejaría de estar rodeada de hombres, como lo hizo desde el origen de su programa en Los Profesionales de Siempre, y el canal eligió tres mujeres famosas para que la acompañen:Evelyn Von Brocke, Amalia Granata y Yanina Latorre.
A pesar del escándalo por la situación de los antiguos panelistas, la propuesta era atractiva: un espacio para la mujer en televisión, que tratara problemáticas que hace años no encuentran su lugar en la pantalla chica y que aportara una mirada moderna sobre el universo femenino, lejos del cliché de Utilísima o los programas de cocina. Mismo el embarazo de Viviana -una mujer exitosa, que trabaja y se prepara para tener a su primer hijo- podía resultar un buen puntapié para acercarla a las espectadoras que la miran desde sus casas.
Sin embargo, el cambio nunca se concretó. Los temas continuaron - y continúan- siendo los mismos y no variaban de los tratados por el resto de los programas de espectáculos: el futuro incierto de Marcelo Tinelli, la reconciliación del conductor con Guillermina Valdés, el romance de Andrea Rincón y Ale Sergi, el escándalo familiar de los Maradona y la lista sigue… Quizás, el ejemplo más claro de la falta de “interés general” lo marcó el día que nombraron Papa al argentino Jorge Bergoglio y mientras la televisión hablaba de esta noticia histórica, en Más Viviana entrevistaban a Tito Speranza.
¿Algo distinto? En los primeros programas con el nuevo panel, la conductora terminaba la emisión en el living con Evelyn, Granata y Latorre tomando mate, simulando una charla de “amigas”. Pero, más allá de lo poco creíble que resultó esa simulada reunión de tupperware, el clima amistoso duró poco y nada.
Sorpresivamente, el canal no le permitió continuar con su programa a Canosa minutos antes de salir al aire luego de que se lesionara una pierna. Y, desde ese momento, la conducción quedó a cargo de Chiche Gelblung en un primer momento y luego fue rotando entre las panelistas.
No sólo los chimentos continúan predominando en la temática del programa, sino que la propia situación del ciclo se transformó en “el” chimento. Canosa es el ejemplo más claro de la parábola del cazador cazado. Ahora, es ella la que ilustra las tapas de las revistas, la que escapa de los movileros y se transformó en el tema preferido de debate en los ciclos de espectáculos. Es más, el #CanosaGate logró lo que parecía imposible: que Jorge Rial defendiera públicamente a su histórica arhirrival y que la periodista llegue a la tapa de Paparazzi.
Mientras Canosa define su futuro laboral -en mayo comienza su licencia por maternidad- el programa se encuentra en un híbrido y en una contradicción que su propio nombre “Más Viviana” marca, ¡ya que no está Viviana! El público, desconcertado, no acompaña la propuesta: el promedio general de rating en lo que va de marzo es 4.1. Y de aquella promesa de contenidos de interés general para la mujer… nada.
Una lástima y una oportunidad que la tele se perdió de marcar una diferencia.