El 11 de abril la vida de María Julia Oliván (41) y su pareja Ariel Straccia (37) cambió para siempre. Ese día la periodista se convirtió en mamá de Antonio (6 meses), un sueño anheladísimo tras confesar que había hecho un doloroso tratamiento y varios intentos fallidos.
A través de su página #BorderPeriodismo, María Julia realizó una crónica de su primer Día de la Madre donde reflexiona sobre qué significa la llegada de su bebé y las alegrías y miedos que traen esta nueva vida. Mirá su emotivo relato:
Todo llega: Mi primer Día de la Madre
Me costó pero aquí estoy. Son las 2 de la mañana de mi primer Día de la Madre escribiendo porque sé que éste es el único rato libre que voy a tener. Estoy con los ojos abiertos como dos monedas porque Antonio, que había zafado todo este crudo invierno, finalmente se pescó una gripe y tose y como no habla no sé si le duele la garganta y no quiero que se le tape la nariz y lo levanto cada tanto para que no le quede la flema atascada en la garganta. Y lo escucho que pega ese gritito ahhhh y bueno, quiero agarrarlo y ponerle (se me ocurrió ponerle calor en el pecho como me hacía mi vieja) ahora vuelvo……
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Ya está. Igual ahora quiero ponerle solución fisiológica en la nariz porque se la siento un poquito tapada pero mejor no; espero unas horas porque está re dormido y no da despertarlo para hacerle algo que le fastidia pero le hace bien.
Pensamiento interno: ¿Cuántas veces más me encontraré diciendo ésto: ya sé que tal cosa no te gusta pero lo hago por tu bien?
¿En qué estábamos?
Ah… mi primer Día de la Madre. ¿Qué quieren que les diga? Hace 6 meses en esa sala de partos hermosa en la que por fin me dieron a Antonio se me reseteó la vida. Y yo, que andaba ya un poco cansada y harta de casi todo, encontré la tuerca que me faltaba.
No sé si les conté pero cuando nació el nene viví como 4 días de éxtasis puro: me levanté de la cesárea a las 7 horas y salí a caminar por los pasillos del hospital con el suero colgando de un perchero presa de un ataque de buena onda impresionante. Quería llamar a toda la gente que me cae mal y decirles que arranquemos de nuevo. Amigarme con los que me ofendieron, rezar y agradecer, saltar y comerme al mundo. Una especie de Popeye justo al toque después del clavarse la espinaca.
¿Y después? La cosa se complica cuando llegás a tu casa y el nene llora y vos te ves horrible y estás todo el día en camisón dando la teta y bla bla bla…, me decían todos.
Nada que ver, amigas. Así como les conté que mi embarazo fue un desastre y la pasé de lo peor, el puerperio está resultando de lo mejor.
Obvio que estoy cansada ya que, aunque Antonio duerme en general bastante bien, igual me despierto, lo tapo porque tiene la habilidad de destaparse siempre, le doy besitos, le doy la mano, bueno lo que se dice una densa. Pero a lo que iba es que como cualquier madre duermo bastante poco y me duele horrores la espalda de alzar a ese gordo. ¿Les confieso algo? A veces, de madrugada, estoy tan pasada que no logro conciliar el sueño así que acerco su cuna a mi cama y le doy la mano... y él me duerme a mí.
¡Ojo! Es cierto que es un garrón cuando con los ojos todavía cerrados porque a las 5 AM me había logrado dormir profundamente y el pibe empieza a hablar (ebeeeeee… ahhhh… buuuuuu… bueno, esas sílabas) y digo puta, ¿cómo hago para que duerma un rato más? Y me quedo quieta así no se da cuenta desde la cuna que ya puede activar el modo play a las 6 de la matina.
Al rato, como les pasará a todas el nene se activa me mira (nos mira) y nos sonríe y la rueda empieza a girar. Ahí nomás arranca el festival de besos en los cachetes y en la perita y en el cuello y la pancita. Tengo la bendición de que el padre sea piola. Acordamos que yo lo cuido de noche pero a las 6 o 7 él lo cuida y yo duermo un par de horas. La sesión de besos termina al anochecer cuando ya lo empiezo a dormir… Pobre bebé… ¡cuando tenga 5 me va a sacar carpiendo!
Todos me dicen que el tiempo pasa muy rápido y que lo disfrute ahora. Yo sufro cuando salgo a trabajar y el día está lindo: sólo quiero pasear con Antonio por ahí sin prisa. ¿Escucharon esa frase que dice frenen al mundo que me quiero bajar? Bueno, eso, pero con el cochecito.
A veces vamos caminando y del entusiasmo lo agarro a upa y lo llevo un par de cuadras amarrado a mi pecho mientras empujo el cochecito vacío.
Cuando estaba embarazada algunas personas me decían “conociéndote a vos, en muy poco tiempo te vas a morir por salir de tu casa y volver al trabajo”.
Nada de eso, amigos. Cuando a los tres meses regresé a mi programa de radio sufrí como loca. Y eso que me encanta la radio, mis compañeros son geniales y mi jefa un amor… Pero igual me costó. Encima me dejó de tomar la teta un mes más tarde. Es que en esta etapa mi mejor programa es pasear con Antonio sin apuros, ni agenda.
A veces me siento tan bendecida que me da culpa y como no creí nunca en los cuentos con final feliz porque las cosas no me fueron fáciles ahora tengo que tirar mis libritos y reescribir mi propia nueva historia.
Soy una madre feliz. Escribo esto con los ojos llenos de lágrimas porque también soy una tonta. Miro su cuna y descubro que duerme doblando una pierna para el costado igual que yo y le beso el jamón.
Le miro los brazos y las rayas que se le hacen con los pliego de chanchura. Lo beso de nuevo aún dormido.
Lo quiero y me emociono y no me canso de hablarle y sonreírle. Y él me habla y me sonríe. Me tira los bracitos y cuando le saco los mocos con la perita me grita fuerte enojado, o sea que me reta.
Estoy envuelta de amor. Soy todo futuro. Y ya estoy hecha.
Feliz día.