El martes por la mañana Juan Carlos Mesa murió a los 86 años, y junto a él se fue una gran parte del humor y las risas de los argentinos. Artista consagrado en radio y televisión, carrera que forjó junto a Edith, su esposa durante más de 60 años, su nieto Ezequiel Mesa lo recordó con una extensa y conmovedora nota titulada El oso con traje en La Agenda Revista.
"Tomé conciencia de que mi abuelo era mi abuelo una vez que me vino a buscar al colegio para ir juntos a almorzar y provocó una estampida de niños exaltados que se abalanzaron en masa sobre él. La voz finita de un mini centinela en guardapolvos que gritó '¡Miren, el gordo Mesa!' me hizo girar también a mí, así que pude ver claramente cómo más de la mitad del patio futbolero del La Salle dejaba picando en cámara lenta las plastiball naranjas para correr, gritar y saltar envolviendo a mi nono como si fuese una especie de jefe tribal africano que les acababa de devolver la lluvia", comenzó Ezequiel.
En otro de los párrafos salientes, incorporó a su abuela al relato: "Una vez me contó que en su primer trabajo porteño le pagaban por tiempo. Su salario estaba directamente relacionado a la cantidad de minutos que estaba al aire cada uno de los sketches que había escrito. De eso también iba a depender el tiempo de su estadía en Capital. Lo que no me voy a olvidar nunca fue una imagen que me regaló: mi abuela mirando esas emisiones sentada en la cama del hotel que les había pagado el canal y sosteniendo en su mano un cronómetro".
Sobre el final, Ezequiel le dio la pincelada final al retrato de su abuelo: "No sabía vivir de otra manera que no fuera escribiendo. Esa capacidad de escribir sin parar es otra de las cosas que siempre me van a sorprender de mi abuelo; yo estoy hace un rato frente a la notebook y ya siento que me merezco una semana en el Caribe. Mesa hay uno solo. Me resulta raro estar escribiendo esto y asimilar que ya no voy a poder escuchar más sus historias, ni comer juntos esos bifes de chorizo de La Cabaña que pedíamos cuando me rescataba cada tanto del patio escolar. Ni siquiera voy a poder ir a visitarlo al Sanatorio de La Trinidad para agarrar una de esas manos enormes que tanto había golpeado contra las teclas".
"Como todas las personas, mi abuelo era muchas en una, pero en su caso era muchas buenas personas. Y en el cuerpo de un oso", concluyó.