El lunes, en su discusión con Mora Godoy, la jurado Nacha Guevara dio en la tecla de un fenómeno repetido: “Aquí, te ha salido el demonio”, le espetó a la tanguera. Y esto, más allá de la pelea entre las señoras, es lo que les ocurre a varios en cada temporada del Bailando. La exposición los tortura, se creen cada elogio o crítica recibida, y lo toman como algo personal y/o de vida o muerte. Y no se dan cuenta de que es sólo un concurso televisado. Nadie del público, al que invocan cada tanto, se desvela por una pelea televisiva. Ellos, sí.
Así terminó dinamitada la relación entre Moria Casán y María Eugenia Ritó, cuando la rubia atacó al jurado con temas ajenos a la pista, como la salud de Sofía Gala. También Ritó se enfrentó a su bailarín Emanuel González, quien prefirió renunciar antes de seguir soportándola.
Otra guerra de famosa y partenaire es la de Miriam Lanzoni y Gabriel Usandivaras. El miércoles pasado hubo una reunión de la producción con ambos y por separado. A la mujer de Fantino se le cruzó por la cabeza la idea de renunciar, pero finalmente seguirá en concurso. La actriz pidió que la producción le ponga otro bailarín (Franco Tabernero) para ensayar durante su gira. El pedido obtuvo la negativa, y ambos (Gabo y Miriam) tendrán que intentar llevarse mejor para continuar en el ciclo, hasta donde puedan llegar.
Hasta Jésica Cirio, que históricamente se mostró indiferente a las críticas o desplantes, terminó explotando y tuiteando que necesitaba una carpa para instalarse en la puerta de la productora, y bailar cunado le “chiflen”, después de tres postergaciones de su performance. Y el colmo ocurrió el lunes, cuando el cantante de cumbia conocido como Maldito Peque se ofendió tras el desplante de Noelia Pompa y abandonó el estudio. Y ésta fue quizá la metáfora más clara de lo que es la tele: el caballero abandonó las instalaciones, y nadie movió un musculo para retenerlo.
Las puertas del Bailando son lo suficientemente anchas para atravesarlas, pero es un camino de ida.