El caso policial de la teenager asesinada en Palermo fue un importante punto de inflexión en los medios de comunicaciones. El interés del público obligó a los periodistas a cambiar de temática y sumergirse en el oscuro mundo de forenses, abogados, policías y asesinos. ¿Prueba superada?
Ya pasaron varias semanas del asesinato de Angeles y aún así este caso sigue dando qué hablar. Y si no hay de qué hablar, los jefes (productores, editores, etc) piden que se siga hablando. La falta de escrúpulos de los medios no es una novedad. “Algo siempre hay que decir”, “Necesito una bomba”, “Es lo que pide la gente”, son frases que rebotan en las paredes de las redacciones.
La última edición de la revista Rolling Stone eligió para su portada a Dzhokhar Tsarnaev, el joven que cometió el atentado en la Maratón de Boston en abril. La fotografía es similar a las que se toman las estrellas del entretenimiento. Sin embargo, lo que en principio parecía una buena idea, terminó en boomerang, ya que muchas distribuidoras de Estados Unidos (como supermercados y farmacias) boicotearon la venta del mes venidero. No fue necesario un órgano oficial regulador, sino que los mismos empresarios, prefirieron mantener el buen gusto de no herir a las victimas del atentado. ¿Ocurrirá aquí alguna vez algo similar?
Dicho “tratamiento de celebridad” no se aleja a lo ocurrido con el Caso Angeles. Este homicidio generó algo aún mas sorprendente: una cobertura mediática interminable. La ola de comentarios, informaciones, especulaciones y hasta inventos, no tenía precedentes cercanos. Tampoco los altos niveles de audiencia, de popularidad y de interés despertados. No obstante, la espectacularidad dada (sólo por los buenos números de rating, la venta de diarios y revistas, y las visitas a los portales de Internet) estelarizó a los involucrados en la investigación: la familia, el padrastro, el portero, la empleada, los vecinos, los abogados y una raza nueva: los periodistas especializados.
De esta manera, los periodistas de este rubro se convirtieron en las vedettes de la temporada. Recorrieron todo el abanico televisivo, coparon los noticieros, se desplazaron por los magazines y se volvieron estrellitas de los programas de chimentos. Dos de ellos, hasta recibieron nominaciones al Martín Fierro, en el nuevo rubro Mejor Columnista de TV (Mauro Szeta y Ricardo Canaletti). Pero por otra parte, la sociedad expresa su malestar en las redes sociales con insultos a famosos opinando y sin saber: "Hicieron un circo romano del asesinato de una inocente adolescente", se lee habitualmente.
Ya pasaron varias semanas del asesinato de Angeles Rawson y aún así este caso sigue dando qué hablar. Y si no hay de qué hablar, los jefes (productores, editores, etcétera) piden que se siga hablando. La falta de escrúpulos de los medios no es una novedad. “Algo siempre hay que decir”, “¿Tenés algo nuevo?” , “Necesito una bomba”, “Es lo que pide la gente”, son frases que rebotan en las paredes de las redacciones.
Esta voracidad llevo a un corrimiento de géneros notorio, a la desaparición de los formatos, al final de “los programas de”. Como nunca, se puso a prueba el profesionalismo de los comunicadores. Muchos de ellos tuvieron que abandonar los temas habituales, para incursionar en la crónica negra. Y sin duda, los “recién llegados” no tuvieron nada que envidiarle a los otros. Todo lo contrario.