En enero de este año, Pablo Ventura vivió una pesadilla que duró cuatro días, cuando los rugbiers imputados por matar a Fernando Báez Sosa en Villa Gesell lo señalaron ante la policía como el responsable del asesinato.
De la noche a la mañana, este joven de Zárate se vio inmerso en una situación muy difícil. Fueron cuatro días de detención hasta que se comprobó que era inocente y que nada tenía que ver con el grupo de involucrados en este caso que caló hondo en la sociedad.
Hoy, con nueve de los imputados encarcelados a la espera del avance de la causa en la Justicia, Pablo habló con Clarín sobre cómo pasa la cuarentena en su casa y rodeado del amor de sus padres quienes, como todas aquellos que lo conocen, nunca dudaron de su inocencia y estuvieron a su lado incondicionalmente.
Tal como contó, su círculo de amigos, afectos y conocidos fue clave en ese momento espantoso en el que lo fueron a buscar a su casa. "El día que me llevaron detenido vinieron a despedirme: todos me dieron aliento y, lo más importante, dijeron que confiaban en mi inocencia", dijo.
"Nunca me llamaron para pedirme disculpas, nunca. Pero no los odio. Todo se paga en la vida. Y si es con perpetua, que sea con perpetua", agregó Ventura sobre los jóvenes que lo acusaron falsamente.
"El día que me llevaron detenido vinieron a despedirme: todos me dieron aliento y, lo más importante, dijeron que confiaban en mi inocencia".
"Nunca me llamaron para pedirme disculpas, nunca. Pero no los odio. Todo se paga en la vida. Y si es con perpetua, que sea con perpetua".
Y añadió: “Yo a esos rugbiers ni los conocía. Luego recordé que con uno de ellos había mantenido un cruce de miradas en un boliche, hacía mucho tiempo. ¿Eso alcanzaba para semejante maldad?".
¿Y cómo sigue su vida en cuarentena? Pablo comentó que atraviesa estos días a pura videollamada con sus amigos, mira la televisión, cursa una materia para la facultad, escucha música y entrena en su jardín.