Esta semana, el coronavirus se cobró la vida de Iván Vázquez Chamorro, un cordobés de 33 años que estaba viviendo con su familia en España. El joven padecía de parálisis cerebral, lo que complicó su recuperación.
En medio del dolor más grande de su vida, Myriam Chamorro, la mamá de Iván, contó en primera persona el sufrimiento de su hijo y aseguró que su potente amor a Dios hace que hoy pueda seguir en pie.
"¿Cómo soportaste esto y cómo estás tan entera para contarlo?", le preguntó Ángel de Brito a la mujer, quien estaba dándole una nota virtual a LAM desde España.
"Mi corazón está destrozado, no puedo explicar lo que significa que un hijo se vaya. Pero de la misma dimensión del dolor fue la paz que Dios me dio".
"A mí me han pasado cosas sobrenaturales, de acuerdo a la fe. Todo el tiempo que estuve con él, estuve interactuando, llevándolo a una esfera superior. Yo le decía que no estaba bien, que le pidamos a Dios que lo sane. Lloraba y repetía la oración. Cantaba canciones, intentaba cantar en el modo que él podía respirar. Yo estas cosas las fui grabando para que me quede un registro de lo que viví con él estos días porque yo, en mi corazón, sabía que me estaba despidiendo", comenzó diciendo Myriam, describiendo cómo el virus afectó a su hijo, hasta ponerle fin a su corta vida.
Sabiendo que la muerte iba a llegar, Chamorro explicó cómo preparó espiritualmente a Iván para ese momento: "Después fui cambiando el discurso, y le decía 'te vas a los brazos del Señor, Jesus te viene a buscar. Ahí está el abuelo esperándote'. Le decía eso para que él estuviera tranquilo. Lo fui preparando".
"Tuve que entregarlo. Yo sabía que Dios me lo había prestado por 33 años, y yo me maté cuidándolo".
Atento a la historia, Ángel le preguntó: "¿Cuándo te diste cuenta que no había vuelta atrás?". Y ella contestó: "Siempre tuve fe. Tengo la fe de saber que si Dios quisiera lo hubiera sanado en un instante, pero la realidad es que yo veía el deterioro avanzado que el iba teniendo. No podía respirar. Yo tenía una comunicación con él, a veces, ausente de palabras, pero lo conocía. Al final, los últimos 4 días, le ponían morfina para que pueda respirar. Entonces, le rogábamos a Dios para que él no sufra".
Pese a la fortaleza que transmite, la mamá del joven fallecido agregó: "Mi corazón está destrozado, no puedo explicar lo que significa que un hijo se vaya. Es un dolor más allá de lo que se puede comprender. Pero de la misma dimensión del dolor fue la paz que Dios me dio. Creo en Dios, porque él es Dios. Yo sé que él está mejor ahora. En un momento yo decía 'Señor, llevalo'. Tuve que entregarlo. Yo sabía que Dios me lo había prestado por 33 años, y yo me maté cuidándolo. Entonces, me quité todo el egoísmo, porque mi egoísmo quería que se quede como sea. Pero mi corazón de mamá y ver lo que estaba viendo, entendí que era le momento de devolvérselo a Dios. Yo dejé la piel cuidándolo".