Una de las pocas certezas que se tienen en estos tiempos es que la pandemia despierta lo mejor y lo peor en las personas. Así lo dio a entender Guillermo “Fierita” Catalano quien, radicado en España, compartió en sus redes una de las tantas historias de bajeza humana que tristemente se están dando.
El presentador contó lo que le pasó a Eduardo, un vecino que trabaja en la Cruz Roja y que fue discriminado por la gente del edificio en el que vive.
"No hace mucho que vivo en departamento y había olvidado de algunas costumbres. Frente a mi puerta vive Eduardo, a quién conocí al cruzarlo a diario paseando a su perrito. Las pocas veces que charlamos fue sobre basket (que le apasiona) y su trabajo en los partidos", así arranco su extenso hilo de Twitter.
Fierita recordó el cálido recibimiento que esta persona le brindó cuando llegó a la nueva vecindad y demás gestos: "Eduardo nos dio la bienvenida al barrio, nos recibió algún paquete de compras online que al llegar me subyugaban y el año pasado por primera vez me tocó el timbre. Me quería desear suerte en la final del mundial de basket entre España y Argentina".
Y siguió: "Su España nos ganó y yo esperaba que venga a gastarme. Nada de eso pasó y la próxima vez que nos cruzamos con él y Kobe (su perro), solo me saludó y preguntó por mi familia. Hace unos meses lo vi preocupado: Eduardo trabaja en la salud y se dio cuenta que su perrito andaba mal". Catalano contó que la mascota finalmente murió y juntos lo despidieron.
“Anteayer, en mi única salida cada diez días, vi una nota en el palier del edificio. Nunca se me ocurrió que diría esto".
En su mensaje, Eduardo le respondía a un vecino que le había dejado un anónimo: le decía que estaba tomando todos los recaudos y que no se iba a mudar del lugar por ser voluntario de la Cruz Roja, que sí, estaba tratando de ayudar en la situación, entregando mascarillas en el metro y que, de tener síntomas, se quedaría en su casa. “Acuérdate de aplaudir a las 8”, cerró su descargo.
"Cobarde y anónimamente, le pasaron una nota de mierda por debajo de la puerta. No sabía qué hacer, y me fui al supermercado masticando bronca".
"Cobarde y anónimamente, le pasaron una nota de mierda por debajo de la puerta. No sabía qué hacer y me fui al supermercado masticando bronca. No podía creerlo. ¿Se puede ser tan cobarde de amenazar a un voluntario de la Cruz Roja? ¿En una de las ciudades que peor la está pasando?", continuó Fierita, indignado.
Y agregó: "Pensé en mi papá, que siempre acostumbraba llevarle una botella de vino a cualquiera que le hiciera un favor a él o alguien del barrio. Pero dije: 'Quizás no bebe, quizás lo toma a mal'. Compré una caja de chocolates que aquí se suele regalar en Navidad. Es nada, pero dice algo".
Luego, Fierita contó lo que pasó al acercarle el regalo y las sensaciones que lo invadieron, más que nada, miedo de que el hombre pensara que había sido él el responsable de la nota.
“Charlamos un minuto y se volvió a emocionar. Me dijo de darnos un abrazo, pero que ahora no se puede. Lo dejamos para después".
“Charlamos un minuto y se volvió a emocionar. Me dijo de darnos un abrazo, pero que ahora no se puede. Lo dejamos para después. Cuando le conté a mi hija, se enfureció. Nosotros también hacemos notas", explicó y mostró la cartita de aliento y gratitud que con su familia le dejaron.
"En los aplausos me encargué de gritar bien fuerte (como hice el primer dia) 'Aguante la salud pública y aguanten los sanitarios'. No sé si me entendieron. A Eduardo le gustó cuando le enseñé la frase 'a la gilada ni cabida'. Y a mí, su cierre irónico 'Acuérdate de aplaudir a las 8'".
"Al salir anoche con la basura tenía curiosidad. ¿Qué habrá pasado con las notas? Aparecieron dos más. Desde la escalera no llegaba a leer, pero una era a mano y la otra era con computadora. Tuve miedo, miedo de vivir con más gente horrible. Por suerte no fue así”, dijo contento de haberse encontrado con mensajes que se solidarizaban con el voluntario.
Así cerró su relato: "A las dos horas de toda esta secuencia, leí una noticia que me parece justa y me revuelve el estómago haber comprobado que es necesaria. Sobre todo, cuando vivís en el mismo edificio que delincuentes".
¿Qué informaba el artículo del diario La Vanguardia cuyo link compartió en su último tweet? Que la policía avisaba que enviar anónimos o acosar a sanitarios o cajeras es “un delito de odio perseguible”.