Más allá de las largas mesas y debates, al público le importa poco y sigue eligiendo implacablemente que ver y que no, sin escuchar a la crítica. Así la tele está plagada de éxitos silenciosos, que no necesitan de la aprobación de los periodistas. La lista es larga: Los Unicos, Herederos, El hombre de tu vida, Minuto para ganar, Cocineros Argentinos, Los unos y los otros, etc.
Sin embargo, así como existen sucesos televisivos sin prensa, también hay personajes que avanzan lateralmente ajenos a las disputas. Uno de ellos es José María Muscari, participante del Bailando, la gran usina de controversias que alimenta a toda la tele.
Cuando lo convocaron para el certamen, Muscari sugirió bailar con otro hombre y se esperaban (de la primera dupla gay) polémicas permanentes. Nada de esto ocurrió, y el televidente apoyó sus performances, tanto como las de los más escandalosos.
Consultado para esta columna, José María afirma: “Me gusta poder hacerle un olé a la decadencia de lo mediático. Poder estar en una plataforma de alta exposición y reemplazar el escándalo personal por la polémica artística”. El director cree que con su impronta equipara el interés del espectador, por eso siente que puede “prescindir de una pelea“.
“Pienso y pruebo mil y una ideas. No espero armar un lío para existir, sino busco que mi impronta y mi ironía sean una forma de existencia que supere la mediocridad prefabricada del conflicto barato para el impacto inmediato”, asegura. De hecho, su paso por el Bailando ayudó a que el público masivo, que no lo consumía en su ámbito profesional, lo reconozca por la calle y se acerque a sus obras teatrales: Feizbuk, 8 Mujeres y Shangay.
“Tengo algo que es atractivo para el show: entender que no se me va la vida en él, pero tampoco me da lo mismo. Me interesa mucho, pero bajo un criterio no tan deschavetado que permita cuidar la propia decadencia y sordidez ególatra. Mi equilibrio es construido y trabajado. Soy una rareza entre los participantes del Bailando, simplemente por algo básico pero que allí escasea: soy pensante”, afirma contundentemente.
“Me gusta despertar interés en los medios por mis ideas y no por falta de ellas. Deseo no pasar inadvertido en el Bailando, pero no me atrae llamar penosamente la atención”.
Y en esta última frase, se resume la clave de este debate interminable. Algunos ciclos recurren a la efervescencia vacía y pasajera. Lo primero que hacen es recurrir a “las Pombo”, o al mediático que sea, para sumar un puntito más. Pero al final del camino, sobreviven las ideas, el carisma y los talentosos. Sino pregúntenle al 90% de los participantes de los realities. Tan exitosos como efímeros. ¡Olé!